miércoles, 3 de abril de 2024

Snowpiercer

 


         Ante la más que evidente falta de originalidad que se está viviendo en la industria del cine en Estados Unidos desde hace varios años (en donde han tenido que recurrir a adaptaciones de cómics hasta sacar montones de películas como si fueran churros), es digno de agradecer que haya al menos una voz que difiera de trabajar de esa manera, sin importar si hablamos de que se “rompa el coco” para presentar un trabajo 100% original o para tomar una obra ya existente que se salga del canon habitual (un cómic de Marvel o DC, por ejemplo) y que, en muchos casos, sacó un solo tomo o un número determinado de estos. En el segundo grupo encontramos trabajos como la serie de novelas gráficas “Watchmen” de Alan Moore y Dave Gibbons cuyo total alcanza los 12 tomos (estupendos diseños de personajes y escritura, tenía que decirlo), “V for Vendetta” (10 tomos, pendiente su finalización) y en el segundo grupo encontramos “Batman: The Killing Joke”, también de Alan Moore. Si bien es cierto que esta novela gráfica proveniente de Francia creada por Jacques Lob y Jean-Marc Rochette (titulada originalmente “Le Transperceneige”) no tiene un solo tomo sino cuatro en total, tiene el material más que suficiente para que en el año 2013 recibiera una adaptación cinematográfica dirigida por el surcoreano Bong Joon-ho, así como escrita por él y por Kelly Masterson.

 

         Mientras van corriendo los créditos iniciales de una forma muy original (con copos de nieve volando y los nombres en pantalla van presentando siluetas en movimiento), somos dirigidos a un contexto donde en el año 2014 se buscaba una solución definitiva al calentamiento global que azotaba al planeta. Los grupos ambientales no cesaban de protestar por esta causa hasta que fue presentado un componente refrigerante en forma de gas, el CW7, con el que se persiguió el objetivo de detener esta amenaza, y donde varios países ya están listos para esparcirlo en las capas superiores de la atmósfera, esperando que con ello baje la temperatura global promedio. El gas resulta un éxito, y consigue el objetivo perseguido de bajar las temperaturas a nivel mundial, pero poco después de dispersarlo, todo el mundo se congeló, haciendo que la vida se extinguiera. Los pocos sobrevivientes se montaron en un tren que se podría considerar una especie de “Arca de Noé” conocido como “Snowpiercer” que recorre el mundo ahora congelado en círculos. 17 años han pasado, estamos en el último vagón del tren y nos presentan a Curtis Everett (Chris Evans), uno de los pasajeros de los que son considerados de clase baja y que, para el momento en que lo presentan, están haciendo una requisa unos oficiales en el vagón. Curtis ha tenido que vivir en todos estos años una segregación en el tren puesto que, como se dijo al principio, todos los pasajeros de clase baja están en la cola y los más adinerados en la punta de la máquina, viviendo los primeros en espacios excesivamente reducidos y en condiciones infrahumanas, teniendo como único alimento unos bloques de proteína de textura gelatinosa. Curtis es acompañado por Edgar (Jamie Bell), un joven que lo admira y que quiere crear junto con Curtis las condiciones para explotar una revolución y así haya mejores condiciones para todos. En los vagones conocemos a Tanya (Octavia Spencer), madre de Tim y que también quiere un cambio para los pasajeros de la cola. Curtis es asesorado constantemente por Gilliam (el fallecido John Hurt), así como le informa de los movimientos que harán a través de un contacto anónimo que le envía notas encapsuladas escondidas en los bloques de proteína. Gilliam conversa constantemente con Curtis para que sea el líder, pero este le responde que no, y sugiriendo que sea el mismo Gilliam que lo haga. En una redada donde los soldados solicitan únicamente la presencia de niños, Tanya hace el mayor esfuerzo para esconder a Tim y así no se lo lleven, pero la cosa sale mal y uno de ellos es apresado por lastimar con un zapato a la asistente del sr. Wilford, el ingeniero que construyó el “Snowpiercer”. Al llevarse a Tim, y aun cuando no tiene la mejor forma física para estar en una rebelión, se une a la causa. Después de apresar a uno de los pasajeros, entra en escena la ministra Mason (Tilda Swinton), quien a través de un discurso donde deja claro que todos ellos deben quedarse en el último vagón porque “es su lugar”, usa al capturado como ejemplo para imponer un castigo.

 

         Para la época en que fue lanzada esta película (verano), es bastante común que uno se encuentre con cintas que suelen contar una historia o postapocalíptica o que tiene como telón un desastre que está ocurriendo en una o varias partes del mundo. Lo más común es encontrar trabajos que mayormente el público va a las salas porque, según lo que dice la mayoría, van al cine “a no pensar”. Tenemos que con la película que nos ocupa eso no va a ocurrir de ninguna manera. Hablamos del surcoreano Joon-ho, quien tendría que esperar unos años para traerle al mundo “Parasite” (y con la que conseguiría varios Oscar, entre ellos, el de mejor película). Es un cineasta de esos que hay que dar gracias a Dios de que exista porque sabe tratar al público, está consciente de que son seres humanos los que están viendo su trabajo. Y como tal, tienen un cerebro. Y me agrada que a través del libreto se toquen los temas de desigualdad que vienen de su material fuente, sino también cosas que tienen mucho que ver con nosotros como seres humanos. ¿Podemos en verdad conformarnos con simplemente quedarnos en nuestro lugar y no aspirar a nada más? ¿Es en verdad una vida llena de lujos, dinero y glamour una perfecta, en donde no se cometerá ninguna atrocidad? ¿Porque me encuentro en adversidad en este momento de mi vida estoy libre de pecado? ¿Por qué tenemos que soportar que sea un tercero el que decida en qué parte del mundo (o en este caso, del tren) uno como persona debe vivir? ¿Qué estoy haciendo ahora para evitar que mi planeta se contamine? Esas son sólo algunas de las preguntas que el espectador puede hacerse gracias al libreto escrito por Joon-ho y por Masterson. El guion es profundo, y es una de esas apuestas seguras en las que valdrá más de un visionado y siempre se encontrará algún detalle que se escapó en el primero.

 

         Otro aspecto por el que llamará la atención es que el 99.9% del desarrollo de la trama transcurre dentro del tren, y es gracias a esos colores de la fotografía de Hong Kyung-pyo apagados donde hay grises y azules, y que la paleta va incrementando no solamente el número de estos, sino también en sus tonalidades. Es uno de esos casos en el que los colores van cambiando, pero por el contexto en el que estamos en la película, el espectador empatiza con los personajes de la cola y siente que ha sido maltratado de manera vil por quienes son los regentes del tren. Así, se puede sentir esa sensación de encierro sin importar si el vagón en el que nos encontramos es una podredumbre enorme o si es el más pomposo, además de que el diseño de producción de Ondrej Nekvasil incrementa más (si cabe) la sensación antes dicha. Desde los elementos más pequeños como los bloques de proteína hasta las salas de operadores, todo está trabajado para conseguir que se integren de una forma muy exquisita. Así mismo, la edición conjunta realizada por Steve M. Choe y Kim Chang-ju logra que vayamos a un buen ritmo, balanceando las escenas que involucran drama y desarrollo de personajes con la acción. No se siente en ningún momento que se está dejando ni ningún personaje ni ningún detalle del libreto en el tintero, todo se va concatenando hasta que alcanzamos el clímax de la película. Y estos engranajes terminan de encajar con la música compuesta por Marco Beltrami, quien diría en una entrevista que antes de trabajar con el director, se declaró fan de su trabajo y le escribió un correo electrónico adjuntando algunas canciones de su autoría cuando supo que estaba empezando el desarrollo de esta película, con lo que el director envió algunos retazos de lo que sería el trabajo final y se puso en marcha. Todas las composiciones van al mismo ritmo de la edición, aumentando el tempo cuando hay acción y disminuyéndolo cuando se trata de una escena donde se desarrollan los personajes. Son partituras maravillosas, para decirlo en corto.

 

         Cerrando este “paquete” tenemos al elenco. Mismo que brilla en todo momento, no hay ninguno que tenga menos desarrollo que otro pues, como se dijo hace un momento, hay espacio para que todos salgan en cámara. John Hurt fue un actor que, sin importar si sale mucho o poco a la escena, siempre será digno de observar. Su Gilliam posee ese toque de bondad y deseos de que la pesadilla de toda esa gente del último vagón termine de una vez por todas, pero al mismo tiempo dota a su personaje de misterio, de arrepentimiento, como si fuese más de lo que aparenta, más allá del hecho de que sacrificó miembros de su cuerpo. Punto que, por cierto, representó un reto para el actor ya que, como observamos en la película, le faltan una mano y una pierna, y eso fue un ejercicio que el actor aprueba satisfactoriamente. Por su parte, Octavia Spencer trae a la vida a una Tanya altamente decidida a que la rebelión vaya adelante. De nuevo, no tiene la forma física su personaje para afrontar una empresa de estas características, pero lo que no tiene allí lo compensa con creces con las ganas de que haya equidad en el tren para todos. Es un papel que se disfrutó mucho su interpretación, y más si consideramos que esta fue su primera película en el género ciencia-ficción. En cuanto a Jamie Bell tenemos una muy buena factura de su trabajo, y se nota a leguas que el personaje lo tocó dentro de sí puesto que declararía que un motivo por el que tomó el papel fue porque viene de una familia de clase obrera y conoce muy de cerca las vicisitudes que deben afrontar cada día una familia de estas características. Mismas que están impresas en su personaje y, por supuesto, en su actuación, sabiendo que Edgar no tiene absolutamente nada (nada en cuanto a hogar, familia, etc.), y contiene todos los matices suficientes para llevar a la pantalla a su personaje. De penúltimo tenemos a Tilda Swinton, quien aprovecha las facciones de su rostro para traernos a una ministra Mason con unas expresiones faciales increíbles y un personaje que sigue a rajatabla todo lo relacionado con las directrices del ingeniero Wilford para que las cosas sigan como hasta ahora y el tren pueda continuar su trayecto por el mundo congelado de la película. Es un personaje que puede causar repulsión y, al mismo tiempo, pena ajena cuando su autoridad se ve amenazada. Según la misma Swinton, Mason es una mezcla de varios políticos de la historia, de los cuales destacó a Margaret Thatcher, Muamar Gadaffi, Silvio Berlusconi y Adolf Hitler. Y para completar el elenco, hay que destacar a un Chris Evans con el que voy a decir que, después de su participación en “Knives Out”, este es el segundo mejor trabajo de su carrera. No fue nada sencillo para él esconder toda la masa muscular que posee (recordemos que para aquel entonces aún tenía el manto de Steve Rogers, el “Capitán América”), incluso con el vestuario y el maquillaje que tuvo que utilizar durante la filmación, pero aun así logró plasmar a un Curtis que está rodeado de mugre, pobreza, y que al mismo tiempo representa lo que es estar en la cola del tren, un estudioso en silencio de la situación de las personas que están allí, en la cola, y que quiere ir más allá del simple consumo de bloques de proteína y de que pasen días y días sin aspirar a nada más, un inconforme que busca una vida mejor para él y los suyos.

         “Snowpiercer” marcó un estupendo debut para Bong Joon-ho en el cine hablado en inglés, y que cuenta con los más que suficientes elementos para que ese debut sea uno que se seguirá viendo por más de 11 años que cumplirá en el próximo mes de julio. Es un trabajo que debe estudiarse a fondo y que también debe servir a futuras generaciones de cineastas como referencia.

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