Ante la
más que evidente falta de originalidad que se está viviendo en la industria del
cine en Estados Unidos desde hace varios años (en donde han tenido que recurrir
a adaptaciones de cómics hasta sacar montones de películas como si fueran
churros), es digno de agradecer que haya al menos una voz que difiera de
trabajar de esa manera, sin importar si hablamos de que se “rompa el coco” para
presentar un trabajo 100% original o para tomar una obra ya existente que se
salga del canon habitual (un cómic de Marvel o DC, por ejemplo) y
que, en muchos casos, sacó un solo tomo o un número determinado de estos. En el
segundo grupo encontramos trabajos como la serie de novelas gráficas “Watchmen”
de Alan Moore y Dave Gibbons cuyo total alcanza los 12 tomos
(estupendos diseños de personajes y escritura, tenía que decirlo), “V for
Vendetta” (10 tomos, pendiente su finalización) y en el segundo grupo
encontramos “Batman: The Killing Joke”, también de Alan Moore. Si bien
es cierto que esta novela gráfica proveniente de Francia creada por Jacques
Lob y Jean-Marc Rochette (titulada originalmente “Le Transperceneige”)
no tiene un solo tomo sino cuatro en total, tiene el material más que
suficiente para que en el año 2013 recibiera una adaptación cinematográfica
dirigida por el surcoreano Bong Joon-ho, así como escrita por él y por Kelly
Masterson.
Mientras
van corriendo los créditos iniciales de una forma muy original (con copos de
nieve volando y los nombres en pantalla van presentando siluetas en
movimiento), somos dirigidos a un contexto donde en el año 2014 se buscaba una
solución definitiva al calentamiento global que azotaba al planeta. Los grupos
ambientales no cesaban de protestar por esta causa hasta que fue presentado un
componente refrigerante en forma de gas, el CW7, con el que se persiguió el
objetivo de detener esta amenaza, y donde varios países ya están listos para
esparcirlo en las capas superiores de la atmósfera, esperando que con ello baje
la temperatura global promedio. El gas resulta un éxito, y consigue el objetivo
perseguido de bajar las temperaturas a nivel mundial, pero poco después de dispersarlo,
todo el mundo se congeló, haciendo que la vida se extinguiera. Los pocos
sobrevivientes se montaron en un tren que se podría considerar una especie de
“Arca de Noé” conocido como “Snowpiercer” que recorre el mundo ahora congelado
en círculos. 17 años han pasado, estamos en el último vagón del tren y nos
presentan a Curtis Everett (Chris Evans), uno de los pasajeros de los
que son considerados de clase baja y que, para el momento en que lo presentan,
están haciendo una requisa unos oficiales en el vagón. Curtis ha tenido que
vivir en todos estos años una segregación en el tren puesto que, como se dijo
al principio, todos los pasajeros de clase baja están en la cola y los más
adinerados en la punta de la máquina, viviendo los primeros en espacios
excesivamente reducidos y en condiciones infrahumanas, teniendo como único
alimento unos bloques de proteína de textura gelatinosa. Curtis es acompañado
por Edgar (Jamie Bell), un joven que lo admira y que quiere crear junto
con Curtis las condiciones para explotar una revolución y así haya mejores
condiciones para todos. En los vagones conocemos a Tanya (Octavia Spencer),
madre de Tim y que también quiere un cambio para los pasajeros de la cola.
Curtis es asesorado constantemente por Gilliam (el fallecido John Hurt),
así como le informa de los movimientos que harán a través de un contacto anónimo
que le envía notas encapsuladas escondidas en los bloques de proteína. Gilliam
conversa constantemente con Curtis para que sea el líder, pero este le responde
que no, y sugiriendo que sea el mismo Gilliam que lo haga. En una redada donde
los soldados solicitan únicamente la presencia de niños, Tanya hace el mayor
esfuerzo para esconder a Tim y así no se lo lleven, pero la cosa sale mal y uno
de ellos es apresado por lastimar con un zapato a la asistente del sr. Wilford,
el ingeniero que construyó el “Snowpiercer”. Al llevarse a Tim, y aun cuando no
tiene la mejor forma física para estar en una rebelión, se une a la causa.
Después de apresar a uno de los pasajeros, entra en escena la ministra Mason (Tilda
Swinton), quien a través de un discurso donde deja claro que todos ellos
deben quedarse en el último vagón porque “es su lugar”, usa al capturado como ejemplo
para imponer un castigo.
Para la
época en que fue lanzada esta película (verano), es bastante común que uno se
encuentre con cintas que suelen contar una historia o postapocalíptica o que
tiene como telón un desastre que está ocurriendo en una o varias partes del
mundo. Lo más común es encontrar trabajos que mayormente el público va a las
salas porque, según lo que dice la mayoría, van al cine “a no pensar”. Tenemos
que con la película que nos ocupa eso no va a ocurrir de ninguna manera.
Hablamos del surcoreano Joon-ho, quien tendría que esperar unos años para traerle
al mundo “Parasite” (y con la que conseguiría varios Oscar, entre ellos, el de
mejor película). Es un cineasta de esos que hay que dar gracias a Dios de que
exista porque sabe tratar al público, está consciente de que son seres humanos
los que están viendo su trabajo. Y como tal, tienen un cerebro. Y me agrada que
a través del libreto se toquen los temas de desigualdad que vienen de su
material fuente, sino también cosas que tienen mucho que ver con nosotros como
seres humanos. ¿Podemos en verdad conformarnos con simplemente quedarnos en
nuestro lugar y no aspirar a nada más? ¿Es en verdad una vida llena de lujos,
dinero y glamour una perfecta, en donde no se cometerá ninguna atrocidad? ¿Porque
me encuentro en adversidad en este momento de mi vida estoy libre de pecado? ¿Por
qué tenemos que soportar que sea un tercero el que decida en qué parte del
mundo (o en este caso, del tren) uno como persona debe vivir? ¿Qué estoy haciendo
ahora para evitar que mi planeta se contamine? Esas son sólo algunas de las
preguntas que el espectador puede hacerse gracias al libreto escrito por
Joon-ho y por Masterson. El guion es profundo, y es una de esas apuestas
seguras en las que valdrá más de un visionado y siempre se encontrará algún
detalle que se escapó en el primero.
Otro
aspecto por el que llamará la atención es que el 99.9% del desarrollo de la
trama transcurre dentro del tren, y es gracias a esos colores de la fotografía
de Hong Kyung-pyo apagados donde hay grises y azules, y que la paleta va
incrementando no solamente el número de estos, sino también en sus tonalidades.
Es uno de esos casos en el que los colores van cambiando, pero por el contexto
en el que estamos en la película, el espectador empatiza con los personajes de
la cola y siente que ha sido maltratado de manera vil por quienes son los
regentes del tren. Así, se puede sentir esa sensación de encierro sin importar
si el vagón en el que nos encontramos es una podredumbre enorme o si es el más
pomposo, además de que el diseño de producción de Ondrej Nekvasil incrementa
más (si cabe) la sensación antes dicha. Desde los elementos más pequeños como
los bloques de proteína hasta las salas de operadores, todo está trabajado para
conseguir que se integren de una forma muy exquisita. Así mismo, la edición
conjunta realizada por Steve M. Choe y Kim Chang-ju logra que
vayamos a un buen ritmo, balanceando las escenas que involucran drama y
desarrollo de personajes con la acción. No se siente en ningún momento que se
está dejando ni ningún personaje ni ningún detalle del libreto en el tintero,
todo se va concatenando hasta que alcanzamos el clímax de la película. Y estos
engranajes terminan de encajar con la música compuesta por Marco Beltrami,
quien diría en una entrevista que antes de trabajar con el director, se declaró
fan de su trabajo y le escribió un correo electrónico adjuntando algunas
canciones de su autoría cuando supo que estaba empezando el desarrollo de esta
película, con lo que el director envió algunos retazos de lo que sería el trabajo
final y se puso en marcha. Todas las composiciones van al mismo ritmo de la
edición, aumentando el tempo cuando hay acción y disminuyéndolo cuando se trata
de una escena donde se desarrollan los personajes. Son partituras maravillosas,
para decirlo en corto.
Cerrando
este “paquete” tenemos al elenco. Mismo que brilla en todo momento, no hay
ninguno que tenga menos desarrollo que otro pues, como se dijo hace un momento,
hay espacio para que todos salgan en cámara. John Hurt fue un actor que,
sin importar si sale mucho o poco a la escena, siempre será digno de observar. Su
Gilliam posee ese toque de bondad y deseos de que la pesadilla de toda esa gente
del último vagón termine de una vez por todas, pero al mismo tiempo dota a su
personaje de misterio, de arrepentimiento, como si fuese más de lo que aparenta,
más allá del hecho de que sacrificó miembros de su cuerpo. Punto que, por
cierto, representó un reto para el actor ya que, como observamos en la
película, le faltan una mano y una pierna, y eso fue un ejercicio que el actor
aprueba satisfactoriamente. Por su parte, Octavia Spencer trae a la vida
a una Tanya altamente decidida a que la rebelión vaya adelante. De nuevo, no
tiene la forma física su personaje para afrontar una empresa de estas
características, pero lo que no tiene allí lo compensa con creces con las ganas
de que haya equidad en el tren para todos. Es un papel que se disfrutó mucho su
interpretación, y más si consideramos que esta fue su primera película en el género
ciencia-ficción. En cuanto a Jamie Bell tenemos una muy buena factura de
su trabajo, y se nota a leguas que el personaje lo tocó dentro de sí puesto que
declararía que un motivo por el que tomó el papel fue porque viene de una
familia de clase obrera y conoce muy de cerca las vicisitudes que deben
afrontar cada día una familia de estas características. Mismas que están impresas
en su personaje y, por supuesto, en su actuación, sabiendo que Edgar no tiene
absolutamente nada (nada en cuanto a hogar, familia, etc.), y contiene todos
los matices suficientes para llevar a la pantalla a su personaje. De penúltimo
tenemos a Tilda Swinton, quien aprovecha las facciones de su rostro para
traernos a una ministra Mason con unas expresiones faciales increíbles y un
personaje que sigue a rajatabla todo lo relacionado con las directrices del
ingeniero Wilford para que las cosas sigan como hasta ahora y el tren pueda
continuar su trayecto por el mundo congelado de la película. Es un personaje
que puede causar repulsión y, al mismo tiempo, pena ajena cuando su autoridad
se ve amenazada. Según la misma Swinton, Mason es una mezcla de varios
políticos de la historia, de los cuales destacó a Margaret Thatcher, Muamar
Gadaffi, Silvio Berlusconi y Adolf Hitler. Y para completar
el elenco, hay que destacar a un Chris Evans con el que voy a decir que,
después de su participación en “Knives Out”, este es el segundo mejor trabajo
de su carrera. No fue nada sencillo para él esconder toda la masa muscular que
posee (recordemos que para aquel entonces aún tenía el manto de Steve Rogers,
el “Capitán América”), incluso con el vestuario y el maquillaje que tuvo que utilizar
durante la filmación, pero aun así logró plasmar a un Curtis que está rodeado
de mugre, pobreza, y que al mismo tiempo representa lo que es estar en la cola
del tren, un estudioso en silencio de la situación de las personas que están
allí, en la cola, y que quiere ir más allá del simple consumo de bloques de
proteína y de que pasen días y días sin aspirar a nada más, un inconforme que
busca una vida mejor para él y los suyos.
“Snowpiercer” marcó un estupendo debut para Bong Joon-ho en el cine hablado en inglés, y que cuenta con los más que suficientes elementos para que ese debut sea uno que se seguirá viendo por más de 11 años que cumplirá en el próximo mes de julio. Es un trabajo que debe estudiarse a fondo y que también debe servir a futuras generaciones de cineastas como referencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario