Quisiera iniciar haciendo la advertencia de que la película de la que hablaremos a continuación no es apta para niños por los múltiples contenidos que tiene, por lo que se recomienda discreción por parte de sus padres o representantes.
La
sabiduría popular ha dicho desde hace mucho tiempo que el tener la oportunidad
de viajar, sin importar si es dentro de un mismo país o fuera de este, será una
experiencia placentera para quien lo realice. Sirve, principalmente, para conocer
nuevos destinos, salir de eso que llaman “zona de confort”, escapar de la
monotonía que representa el estar en el mismo lugar todo el tiempo. Es también
una forma distinta de hacer las cosas (especialmente cuando se viaja a otros
países), “se expande la mente de una manera increíble” es lo que rezan quienes
lo hacen de manera frecuente. Y al hacer eso, el individuo en cuestión crece
por dentro, y ello es provocado, precisamente, porque aprende otra forma de llevar
su vida y le permita tener una mejor calidad de vida en todos los sentidos, más
allá de lo meramente material. En el trabajo más reciente del director Yorgos
Lanthimos hay más de un viaje, además del físico que hacen varios de los
personajes.
En el
nuevo trabajo del director basado en la adaptación de un libro del mismo nombre
escrito por Alasdair Gray, encontramos a Bella Baxter (Emma Stone)
quien, de forma muy similar a lo que ocurre en el célebre relato “Frankenstein”
de Mary Shelley, es revivida por el poco ortodoxo Godwin Baxter (Willem
Dafoe), un científico que tiene un laboratorio en su mansión y donde se
dejan ver los “pintorescos” experimentos que ha realizado, como, por ejemplo,
un pato con cabeza de perro y una cabra con cabeza de pato. Bella es recluida
en la mansión del científico ya que, si bien es cierto que tiene el cuerpo de
una mujer adulta, actúa como una niña. En algún momento que el doctor Baxter
está dando una de sus peculiares clases universitarias de ciencia, es abordado
por Max McCandless (Rami Youssef), uno de los estudiantes que se
encontraba en el aula y que le pide ser su ayudante en el laboratorio. Allí,
este conoce a Bella y se enamora. Luego de una serie de sucesos que se cuentan en
el film, conoceremos a Duncan Wedderburn (Mark Ruffalo), un abogado que
se encarga de redactar un documento para el doctor Baxter y que termina llevándose
a Bella en barco ya que esta quería ver el mundo que Max le expuso en los
libros que veían juntos.
Loca,
loquísima. Esas son las mejores palabras que se pueden decir de la adaptación
escrita realizada por Tony McNamara. Pero, ojo, no se trata de una
locura que va a los niveles de películas como “Black Swan”, sino una que
cumple de manera magistral con uno de sus 2 objetivos, el cual es hacer reír a
la audiencia. Ello gracias a las situaciones en las que se ven envueltos los
personajes, mismos que no resultan desagradables, ni siquiera en las escenas de
corte sexual (que las hay, y muchas. No al nivel de una película porno, eso
sí.), pues están tan bien filmadas que no provocan ni repulsión ni asco.
Dijimos hace un momento que a nivel escrito cumple con 2 objetivos, y el otro
es el de tener la capacidad más que suficiente de hacer que el espectador se
ponga a pensar una vez que abandona la sala de proyección, ya que el mundo
actual se pone en contraste con lo que se proyecta pues el que los personajes
se encuentren teniendo este tipo de encuentros cada dos por tres y que en casi
todo el metraje de la película se muestre un desnudo y otras situaciones más
llega a poner en contraste a lo que es la sociedad y la doble moral que suele
presentar mucha gente ante estas cosas y muchísimas más. Aquí cabe lo que dijo
el célebre John Lennon en vida: “vivimos en un mundo donde hay que
esconderse para hacer el amor y la violencia se practica en plena luz del día”.
Siento que esta fue la principal fuente de inspiración para crear la película,
así como plasmar su mensaje. Hasta la misma actriz, como lo declaró
recientemente, defendió este tipo de escenas al decir “Bella es completamente
libre y no se avergüenza de su cuerpo. Cuando sucedió, ella no sabía cómo
avergonzarse o encubrirlo, o no quedar completamente absorta en la experiencia”.
Es ahora
que se debe pasar al otro aspecto por el que la película puede llegar al
espectador como lo es el apartado técnico. Resulta increíble que mucho de lo
que se muestra en pantalla es completamente artesanal, hay muy poco de
tecnología digital en la creación del mundo de Bella y los demás personajes. Los
cielos en tonos pastel (y otros tantos detalles) de la fotografía de Robbie
Ryan van muy acorde diseño de producción de James Price y Shona
Heath, así como la decoración de sets de Zsuzsa Mihalek pues, por
decirlo de una manera que se comprenda, tomaron las maravillosas ciudades
creadas para “Blade Runner” de 1982 y las adaptaron como si estas fueran una
versión de la citada película, pero con los toques del siglo antepasado. Ello
también complementado con el exuberante (y hermoso) vestuario de los personajes
(especialmente los de Bella) que confeccionó Holly Waddington, así como
el maquillaje de Nadia Stacey, Mark Coulier y Josh Weston,
que muestra desde el trailer que se tendría una experiencia distinta y que el
director ya tiene acostumbrados a los que le siguen. Y la edición de Yorgos
Mavropsaridis complementa la parte técnica dando el tiempo suficiente para
que no solamente gane la película en ritmo sino para que se complemente con el
libreto y así los personajes aparezcan en pantalla el tiempo suficiente para
que el espectador conecte con ellos. Quizás parezca que con palabras se está
diciendo poco en este momento, pero la verdad es que merece el esfuerzo que la
película sea visualizada para que el espectador comprenda lo que se quiere
decir.
De último se ha dejado el elemento que es tan importante como lo dicho anteriormente y, por supuesto, hablamos de las actuaciones. Aquí el elenco es de esos que cabe aquello que dicen de que “Dios los cría y ellos se juntan” (excepto Stone, pues es su segundo al trabajo con el director como actriz y el primero como productora de una de sus películas. De ella hablaremos en un momento). Tenemos, primeramente, a un Willem Dafoe que no decepciona. En su actuación como el científico refleja esa excentricidad que se plasma en el universo de su laboratorio y su casa, así como en su rostro, que es donde se refleja mejor el trabajo de maquillaje comentado anteriormente, y donde pasó 6 horas cada sesión de filmación para colocárselo. La química que tiene con Ramy Youssef mientras este interpreta a Max se aprecia en pantalla, y la actuación de este también es muy resaltante. Esa preparación de ambos donde compartieron salones en una escuela funeraria hizo que ambos actores conectaran para que la actuación de sus personajes llegara a buen puerto. Por otro lado, tenemos a un Mark Ruffalo en el que me atrevo a decir que interpreta al personaje más libertino de su carrera, uno que el mundo le vale un pepino para vivir una vida hedonista junto a Bella, pero al mismo tiempo uno siente pena por él como espectador. Finalizamos con quien, sin duda, brilla más entre el elenco y esa es, sin duda, Emma Stone. Nos entrega una Bella, infante en las primeras de cambio dentro de un cuerpo de una adulta, aprendiendo del mundo después de cierto tiempo, articulando mejor lo que quiere decir y desinhibida, crecida y madura como mujer en el último tramo del metraje. Ha hecho un personaje que puedo considerar 2 cosas: el mejor trabajo de su carrera, por un lado, y por otro, uno que, me atrevo a decir, logra transmitir con mucha fuerza el mensaje del empoderamiento femenino de la película. Mucha más que la mismísima “Barbie”, y con un presupuesto muchísimo menor ($35 millones). Repito: vale mucho el esfuerzo de apreciarla, es altamente recomendada y una fuerte candidata de la ya empezada temporada de premios de cine.
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