miércoles, 27 de diciembre de 2023

Maestro

 

Sí, no hay ninguna duda de que Bradley Cooper tiene madera como director, que daba gusto saber que se vería en la gran pantalla un poco de la vida del fallecido Leonard Bernstein (y del que directores de orquesta como nuestro Gustavo Dudamel ha hablado de su admiración por sus trabajos diciendo, por ejemplo, que “alcanzó lo más hermoso que cualquier artista puede alcanzar. Fue un alma libre”) era algo que tarde o temprano se vería en el cine, y que vistos los trailers, su parecido físico con el del fallecido compositor está bien conseguido (aspecto del que hablaremos más adelante). De eso, repito, no hay ninguna duda al respecto. Pero una cinta no vive únicamente de los datos que esta tenga o de cosas técnicas como las que se han mencionado unas líneas más arriba, sino que todos los aspectos en conjunto son los que determinan si puede o no considerarse una oda a la excelencia en cine. Es lo que se verá en este artículo de la segunda incursión de Cooper como director y, coincidencialmente, una donde la música vuelve a tomar protagonismo, considerando que vino de filmar hace unos años el remake de “A Star is Born”. Una donde, además, repite como actor, y donde veremos más a fondo si en esta ocasión ha funcionado el que haga este doble rol (dirigir y actuar).

 

Abrimos con un Leonard Bernstein (Bradley Cooper) ya entrado en años tocando el piano y brindando una entrevista que está siendo grabada. Luego, si bien es cierto que las fechas importantes no se citan en pantalla (y si el espectador se conoce la biografía del músico), cronológicamente pasamos al 14 de Noviembre de 1943, cuando un joven Bernstein recibe una llamada telefónica de la Orquesta Filarmónica de Nueva York pues Bruno Walter, el director invitado del recital sinfónico de esa noche, se enfermó, por lo que recibe la orden de dirigir el concierto que estaba pautado para que el maestro Walter lo dirigiera. Aquí se observa un punto a favor de la cinta y es que no empieza de la forma tradicional que lo hacen muchos biopics, que inician con el protagonista cuando era apenas un niño, descubre el talento que lo hará célebre en un futuro y el personaje crece a medida que avanza la película. En esta iniciamos con el personaje ya de adulto y preparándose para ir al teatro a hacer tanto como pueda con la música que se tocaría esa noche, ya que no ha ensayado nada. La jugada termina con estupendos resultados, haciendo que el nombre del joven conductor salga bien parado de su primera experiencia sobre el escenario. Un tiempo después conoceremos a dos mujeres importantes en la vida del músico: primero veremos a Shirley Bernstein (Sarah Silverman) para luego observar a Felicia Montealegre Cohn (Carey Mulligan), hija de un hombre de negocios. Estuvo en Chile por los negocios de su padre y ahora se encuentra en Los Ángeles estudiando piano, pero en realidad se va más por la actuación. Es en este punto donde se observa que hay una química muy buena entre Mulligan y Cooper pues en estos primeros compases donde sus personajes se conocen, la misma se traduce en el cómo será la dinámica cuando ellos aparecen en pantalla.

Hay que decir las cosas como son en cuanto a que hay que ver el cine (y cualquier otra cosa de la vida) como lo que es, y no solamente por una o más personas que aparezcan en ella tanto delante como detrás de las cámaras para no ponerla como una especie de “vaca sagrada” o lo que representa (parece mentira que hoy en día hay quienes aún hacen eso) y si algo hay que decir de bueno (y queda en clara evidencia) en esta cinta es que el apartado técnico está a un gran nivel. El vestuario creado por Mark Bridges está recreado con tino, permitiéndose el gusto de ir pasando de la década de los 40, cuando Bernstein empezó a hacerse un nombre en la industria musical, pasando por los 50,60 y 70 para llegar a los 80, cuando vivió los últimos momentos de su vida. Es tal el nivel que logró con su trabajo que no importa si hablamos de las escenas que son en blanco y negro o completamente a color, todo lo confeccionado en vestuario pasa con buena nota. Por otro lado, también hay que destacar que si esta es una cinta que repasa de manera breve la vida del músico, no podía ser otro que el mismo Leonard Bernstein quien le diera ambiente a la película con sus notas. Desde las melodías alegres de “On The Town”, pasando por el drama de “West Side Story” hasta la ópera más compleja que compuso en vida se dejan escuchar y hasta algunas de sus composiciones son recreadas en el film. El plato fuerte lo completa la dupla protagonista conformada Bradley Cooper y Carey Mulligan. Como las damas son primero, hay que decirlo más alto, pero no más claro: esta podría convertirse en la mejor actuación de la carrera de esta actriz británica, pues los años de preparación e investigación de este personaje (en el que se contó con muchas grabaciones de la verdadera Montealegre, e incluyó al entrenador de dialecto Tim Monich, que tuvo contacto con la Felicia real) se dejan apreciar en la forma en que Mulligan pronuncia sus líneas y hace los matices de voz indispensables para que no se sienta que sea una burda imitación sino una recreación estupenda de la esposa de Bernstein. Por otro lado, Bradley también hace un trabajo estupendo tanto en la postura corporal como en los ademanes del maestro cuando está dirigiendo una orquesta, para lo cual tuvo acceso a grabaciones del verdadero Leonard. Material conseguido después de una exhaustiva investigación de seis años mas otros tres con el mismísimo Gustavo Dudamel asistiendo a la Filarmónica de Los Ángeles, lo que le permitió tener más comprensión e inmersión sobre el mundo de la dirección orquestal, así como de Yannick Nézet-Séguin, quien forma parte de la Metropolitan Orchestra como director musical, para proporcionar orientación y dirección y hasta guiarlo a través de un auricular mientras filmaba con el objeto de que estuviese en los tiempos de la canción que estuviese dirigiendo. Quizás el listón que dejó en “A Star is Born” todavía se siente en cuanto a que tomó a un personaje de una película y lo interpretó de una forma sencillamente inolvidable (tanto, que le valió varias nominaciones a premios), pero no se puede negar que su interpretación como Bernstein es digna de elogio. Eso sí, si bien el maquillaje de Kazu Hiro está a un gran nivel (destacar la recreación de Felicia y de Bernstein, especialmente cuando ya es un adulto mayor), algo que puede llegar a ser distrayente en este apartado es que resulta muy notoria la nariz prostética que porta Cooper, pero considerando el gran nivel del resto de lo que se muestra en la cinta en este renglón, se le perdona esta equivocación.

El punto de la nariz prostética es lo que se podría decir en estos días que es lo “meh” (es decir, lo no tan bueno, para quienes no sepan el significado de esta expresión), pero es en este momento donde aún está en el aire si la película es, como se dijo al principio, una oda a la excelencia cinematográfica, y la respuesta es “no”. Tenemos actuaciones a buen nivel, recreación de las épocas muy bien conseguida a nivel de escenarios y vestuario, por decir lo menos, y esas son verdades innegables. Es en este punto donde pasamos a ver el trabajo del Bradley Cooper que funge como director de la película, y todo hay que decirlo, estuvo muy cerca de alcanzar la excelencia, se quedó en el camino. En principio, si su trabajo no fue excelente, es porque tanto él como su equipo cometieron el error de asumir que quien vaya a ver la película conoce todos los detalles de la vida del músico, y el objetivo en este tipo de películas es presentarle al sujeto de la misma a quien no lo conozca y sienta curiosidad por saber más del mismo, y eso se deja ver en dos aspectos: no se colocan en pantalla fechas en las que ocurrieron ciertos acontecimientos y los personajes van creciendo físicamente a un ritmo muy acelerado. Esto se observa también en el ritmo de la cinta (lo más grave), haciendo que, si bien dura un poco más de dos horas, estas se sienten como que se subieron a un cohete y van volando a toda velocidad. Esto también afecta en el hecho de que el resto del elenco no tenga suficiente tiempo en pantalla, haciendo que vayamos una escena tras otra con los personajes principales. Las prisas nunca son buenas consejeras, y este es el detalle que le pasó factura a un trabajo que pintaba en los trailers, pero que, claramente, hace honor a aquel dicho de la sabiduría popular que reza que “no todo lo que brilla es oro”. Son detalles que empañan la película, pero que afortunadamente no destruyen lo que se plasma en pantalla.


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