miércoles, 20 de marzo de 2024

El chivo expiatorio

 


         Resulta increíble que en los tiempos que corren la humanidad aún de señales de que no ha avanzado todo lo que debería avanzar. Hace ya 24 años iniciamos un nuevo milenio y muchísimas conductas que, supuestamente, eran del siglo pasado, todavía se aferran con fuerza a desaparecer de la raza humana. Recientemente, se dio a conocer que, en Utah, Estados Unidos, un niño de 9 años fue arrestado por haber asesinado a su padre de 32. En los primeros reportes entregados por las autoridades se conoció que tanto el niño como la víctima se fueron a dormir tras una discusión que hubo por la conducta del menor de edad, y unos momentos después, el niño salió diciendo a sus familiares que su papá ya no estaba con vida. Y el título que hoy ocupa este artículo es porque culpan a los videojuegos de los acontecimientos que llevaron a este triste suceso ya que, según las declaraciones de personas que fueron interrogadas por la policía, el niño “pasa la mayor parte del día jugando videojuegos violentos, así como usar constantemente una tablet y un smartphone, además de declarar que lo que consume en juegos y dispositivos no es acorde a su edad”. Señalaron que el menor repitió conductas vistas en los juegos sin que hubiese una persona que supervisara el contenido de sus dispositivos y juegos.

 

         Según lo dicho arriba, cualquiera podría pensar y condenar de buenas a primeras a los videojuegos por el acontecimiento que ahora enluta a una familia en los EUA, pero esto lamentablemente es, como dice la sabiduría, “juzgar a un libro por su cubierta”. Puedo hablar por experiencia propia como videojugador que soy de que siempre será conveniente estar en contacto con nuestros niños y conocerlos y que, si se les va a introducir en este mundo del videojuego, será importante en sus primeros años ir más allá del simple hecho de que se les enseñe que este personaje salta con este botón y realiza acciones con este otro. Se trata de que, como padres y representantes de estos, debe conocerse lo que juegan los niños. Esto es, no dejarse llevar por las apariencias en cuanto a diseño de personajes, cajas, entre otros, sino saber qué tipo de contenidos están dentro del juego (si hay violencia o no y, si la hubiere, saber qué tipo de violencia tiene, uso de drogas como cigarrillos, situaciones adultas, por decir 3 ejemplos), y a día de hoy, sigo viendo a muchos padres que les compran videojuegos a los niños por comprarlos. Y lo peor de todo es que hay muchos de estos padres que menciono que están conscientes de aquellos juegos que tienen contenido que no es apto para niños y se sientan a jugarlos con ellos como si nada y se ríen de las situaciones que se den mientras juegan, sin importar si uno de los personajes está consumiendo drogas o matando a tiros a un personaje donde la sangre corre a borbotones, por decir un ejemplo.

         Lo de conocer el arte, pero especialmente, el contenido de los juegos que los padres van a jugar con sus hijos es tan sólo el inicio de lo que deben hacer para que sean mejores personas mañana tanto los adultos como los niños. Algo que debe estar presente en todo momento es la comunicación. Y no se habla solamente de que, por ejemplo, mientras están jugando un juego de fútbol, uno juega como el atacante y el otro como defensa, y se van planteando estrategias para poder ganar el partido. No, no quiero ir a ese punto. A donde quiero llegar con la comunicación es que para que no existan hechos lamentables en ninguna otra casa es que se debe enseñar al niño en todo momento que lo que se está jugando es un juego, un universo totalmente ficticio, que no tiene nada que ver con el mundo real. Así, se ayuda al niño para que sepa diferenciar lo que es el mundo real del de “X” videojuego. ¿Que le gusta el diseño de este o aquel personaje y lo quiere llevar hasta en la cédula? Eso está bien, nadie dice nada. Incluso si llega al punto de que, como hacen algunas personas en el mundo, quiere hacer un cosplay de ese personaje, también está chévere, se le ayuda a conseguir los materiales para el cosplay y listo, a pasear por las convenciones hechas para tal fin. Y donde, ¿quién sabe? Hasta se puedan hacer un cosplay grupal entre padres e hijos (cosa que también he visto en convenciones). Pero, de nuevo, siempre haciendo hincapié en que lo que está es jugando un videojuego, que nada de eso existe en el mundo real, aunque, eso sí, hay historias que uno lee y cree que son cosas que salieron de una mente retorcida pero que, lamentablemente, descubre que fueron reales, y donde es el mismo individuo quien lleve las cosas a un nivel inimaginable, haciendo que no sólo la sociedad, sino también la prensa, tuerzan la realidad.

 

         El ejemplo más contundente (y triste al mismo tiempo) que se puede hallar sobre este punto lo encontramos en el año 2000 en el barrio “Santiago, El Mayor” localizado en Murcia, España, en la figura de José Rabadán. En aquel entonces, se le consideraba un joven educado, reservado y muy solitario, que pasaba mucho de su tiempo jugando videojuegos de PC y consolas. Pero, así como tenía esas características, así también se contó que era un muchacho muy mimado, rodeado de cualquier cantidad de caprichos que la gente se podía imaginar, como una computadora que le compraron en aquellos años que era excesivamente cara para lo que ganaba su padre, que era camionero. Rabadán desarrolló una obsesión tal por el juego “Final Fantasy VIII” llegando a un punto tan alto que le regalaron una katana, así como también clases de karate. Era mucho lo que conseguía José, pero en simultáneo era un chico que, aparte de no sacar buenas notas en el colegio, no se sentía para nada a gusto con su familia, queriendo en algún momento estar solo, y un año antes, quiso escaparse de su casa, pero fue capturado en el intento por su papá. Ese sería el ingrediente final de un cóctel muy explosivo para hundirlo más en su soledad y maquinar una acción muy nefasta. La misma, lamentablemente, tuvo lugar el 1° de abril de 2000, teniendo a José a primera hora de la mañana de ese día con su katana en la mano y comenzó asesinando a sus padres en su cuarto. Después de matar, primero, a su madre, y después a su padre (quien se defendió tanto como pudo, pero sucumbió), terminaría también con la vida de su hermana menor con síndrome de Down de 9 años y con la vida de su hermano. Ya con su familia muerta tenía (según él) la libertad que siempre había querido, y para ello se dirigiría hasta la localidad de Alicante, donde hay una estación de tren y donde se encontraría con una chica con la que chateaba hasta altas horas de la noche. Pero al notar la más que obvia presencia de 2 menores de edad en la estación, las autoridades los abordaron y al pedirles su DNI (el documento de identidad español, el equivalente a la cédula en Venezuela) ninguno lo portaba. Al ser trasladado a la jefatura de policía de la ciudad, se supo del horrible hecho acaecido en la casa de José y con eso tenían más que suficiente para procesarlo por parricidio. Cuando se le preguntó al respecto por qué hizo eso, este respondió que “quería estar solo, que mis padres no me buscaran, vivir una experiencia totalmente diferente”. La reacción de asombro de las autoridades se hizo notar, especialmente por la tranquilidad con la que respondía, y más cuando le preguntaron por qué mató a su propia hermana. Su respuesta fue “¿qué hará la pobre sola en este mundo? La maté para que no tuviera que sufrir más”. Ya las autoridades tenían un caso armado y la información, así como los medios de comunicación, no se hicieron esperar. Lo tildaron de “El parricida de Murcia”, pero el mote que fue más difundido fue “El asesino de la katana”. Al final, no fue a juicio y lo condenaron a 8 años en una cárcel para menores de edad, así como a 2 años de libertad condicional.

 

         En ambos casos se tuvo un elemento en común, y es que culparon a los videojuegos de inmediato como la causa de que esos niños asesinaran a sus familias de las maneras en que lo hicieron, sin antes sentarse con detenimiento a que se dictaminen cuáles fueron los hechos en las investigaciones que hacen las autoridades. Y si a eso le sumamos que existen medios de comunicación que se vuelven amarillistas y distorsionan la realidad con la excusa de que “es lo que el público quiere”, entonces la humanidad estará condenada a vivir para siempre en una desinformación constante. Y las pruebas de ello existen, pues en el caso de José, en Murcia, hubo medios como la revista “Súper Juegos” que denunciaron que hubo medios de comunicación que se atrevieron a decir que los videojuegos son dañinos no más porque Rabadán tenía parecido físico con Squall Lionheart, el protagonista de “Final Fantasy VIII”. Y aún peor, pues es también conocido que hubo otros medios que colocaron información en sus páginas como la que aparece debajo de estas líneas.




         En conclusión, dirigiéndome como un videojugador a los padres que lean este artículo, lo mejor que pueden hacer para evitar acontecimientos como los acaecidos en EUA y España es no solamente compartir tiempo con sus niños, sino también educándolos más allá de simplemente controlar a un personaje, enseñarles que lo que está en las pantallas es eso, un juego, y que las acciones de este no deben ser replicadas en la realidad, así como también conociendo el contenido de los juegos, pues no porque en la caja aparezca una gacela vestida de bailarina de ballet no significa que sea apto para niños. Finalizo esta opinión con una frase del reconocido actor, director, músico, entre otras profesiones en el cine, Clint Eastwood: “la gente dice que debemos dejar un mundo mejor para nuestros hijos. En realidad, deberíamos dejar mejores hijos al planeta”.





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